MI MISION EN LA TIERRA
Cuando comencé mi búsqueda espiritual, siempre hubo una pregunta que me atormentaba a cada momento: ¿Cúal es mi misión?.
Todas las personas que yo creía que estaban más avanzadas que yo se veían muy seguras de su misión en la tierra, y yo me sentía tan irrealizada que a veces me iba a la cama vacía y llorando, ya que mi misión no se manifestaba y nadie parecía poder darme una respuesta concreta.
Tal vez yo deseaba oír que tenía una misión muy importante, para la que se requería una preparación exhaustiva. Tal vez mi misión requería meditar 4 horas o más diariamente, tal vez un ayuno riguroso, o tal vez un viaje al extranjero para conocer a ése gurú o a ése maestro del que muchos hablaban y otros seguían.
Seguramente mi misión era oír voces en mi mente que me dijeran el camino a tomar a cada paso.
La búsqueda de mi misión en la tierra me llevaba por caminos de búsqueda que a veces se volvían costosos, monetariamente hablando. Un curso aquí, otro curso allá, como desarrollar esto, y agudizar aquello. Muchos libros que hablaban de cosas que al final de cuentas no tenían aplicación sencilla ni práctica en mi vida.
Tal vez tendría que irme a vivir lejos, apartada de la sociedad, de la contaminación, del crimen, de la violencia. Tendría que comenzar a vestirme de forma diferente o cambiar radicalmente la dieta, las amistades, la ciudad y quizá hasta de país (¿).
Hasta que un buen día mi busqueda llegó al momento de enfrentarme conmigo misma, y me llevó precisamente al lugar donde jamás pensé buscar.
¿Tal vez han escuchado que el mejor lugar para ocultarle algo a una persona es ponerle el objeto frente a su nariz?.
Ahí mismo terminó mi búsqueda: Después de mucho “andar” fuera de mí misma, encontré que empezando con mis padres y hermanos, mi compañero de viaje, mi hija, los tíos, los abuelos, etc., son las personas claves en mi “gran misión en la tierra”.
Me he encontrado con un trabajo bien grande que me tiene ocupada la mayor parte del tiempo. Crezco cada vez que puedo solucionar algo dentro de mí, conflictos que antes solamente metía debajo de la alfombra, o estaban guardados en el closet, pues vivía ocupadísima buscando mi misión afuera, cuando adentro se desarrollaba un drama más prometedor y con enormes posibilidades de un mayor crecimiento interno.
Cada vez que me enfrento a una situación nueva en mi núcleo familiar inmediato, en mi hogar; mi misión se hace más clara y salgo favorecida.
Se crece enormemente cuando logramos vivir en paz y armonía con aquellos que ocupan nuestro mismo techo y comparten nuestro entorno familiar.
Ellos son los mejores maestros que he podido encontrar.
No tienen que estar de acuerdo con lo que yo pienso, ni yo con ellos. Para poder tener una paz sincera, he aprendido a darle a cada uno de ellos su espacio; pero sobre todo el respeto al sitio en que cada miembro de mi familia ocupa en su crecimiento espiritual.
Dar mi amor incondicional a esos seres especiales que encuentro en mi nucleo familiar me lleva a un crecimiento sin igual, pues es muy fácil dar amor a aquellas personas que encuentro en una reunión y que están de acuerdo en todo momento con mi forma de pensar, creer, alimentarme, y actuar. Ahí no se requiere mucho esfuerzo de mi parte, y tampoco hay mucho crecimiento.
Mi misión en la tierra comenzó bajo mi techo y en mi círculo familiar, cuando logré ver que cuando no todos estamos de acuerdo, es el momento de llevar luz, armonía, tolerancia y comprensión a situaciones que antes eran focos de batallas, de conflictos, de resentimientos y de separación. Es en esas circunstancias cuando podemos “practicar” las ricas experiencias obtenidas cuando buscábamos afuera de ese núcleo que conocemos como familia, pues la familia es el mejor taller para aplicar todo lo aprendido.
Ser luz en la calle y obscuridad en la casa es un triste reflejo de lo estancados que podemos estar en nuestro crecimiento interno.
Esos dramas familiares que me dan la gran oportunidad de crecer, de conocerme a mí misma y de aceptar quién soy, pero sobre todo me dan la oportunidad de cambiar aquellas cosas que puedo cambiar.
Cuando se “oprimen botones”, esas instancias en las que pueden surgir conflictos en nuestro nucleo familiar; es el momento de adentrarnos en nosotros mismos y crear un espacio de aceptación, de perdón, de tolerancia, y de amor. Ya que de esa forma podemos ver las cosas desde otra perspectiva.
En el momento que acepto a mis parientes tal cual son; acepto que soy parte de ellos y ellos de mí y me integro sin reservas ni prejuicios.
Al aceptarlos y amarlos me acepto, me perdono y me amo a mi misma.
Mi misión en la tierra abarca también mi sitio de trabajo, donde encuentro personas que piensan muy diferente a como pienso yo.
Estoy precisamente en el lugar indicado para cumplir una misión y esa misión es importante ya que me da la oportunidad de crecer y estoy ahí por esa razón, la de crecer, la de aceptar, perdonar y convivir con los maestros que me llevan a esa realización, no hay otro lugar más perfecto para crecer internamente.
Cumplir mi misión en el sitio de trabajo no requiere que yo haga grandes cambios en la compañía o hacer que el jefe se una a mi misión o buscar aliados dentro de una empresa para cumplir lo que yo considero es mi misión.
Todos realizamos un trabajo espiritual que nos corresponde sólo a nosotros a nivel personal, aunque no estemos conscientes de ello. Todos somos seres espirituales y aunque tengamos un cuerpo fisico, (temporal), lo espiritual es lo más importante, aunque de eso nos demos cuenta al final de esta vida física.
¿Donde estábamos antes de entrar en éste cuerpo? Muy seguramente en el mismo sitio al que regresaremos al salir de el.
Sólo que lo que llevaremos en esta ocasión es el crecimiento, el perdón, y el amor que logramos compartir con los seres que cruzaron nuestro camino.
Ese trabajo espiritual para que sea positivo se debe realizar en silencio.
No hay necesidad de llevar pancartas, ni tener un tatuaje en la frente ni nada por el estilo.
Muchas veces veo enemigos cuando debo verlos como maestros, pues en todas las situaciones hay un maestro escondido.
Solamente tenemos que encontrar la lección para aprovecharnos de la enseñanza.
Muchas veces sucede que teníamos a un maestro escondido en un sitio de trabajo y siempre evitábamos encontrarnos con él o ella o siempre teníamos enfrentamientos.
¿Qué sucede si no me doy cuenta de la lección que éste maestro me trae y me voy de ése trabajo?. O tal vez me voy de ahi enemistado con esta persona?
Lo que sucede es que llego a otro sitio de trabajo y me encontraré con un maestro más fuerte, más exigente que el anterior, para que así logre ver y aprender la lección que me traía el primero y que no logré encontrar.
Esto mismo nos puede suceder en las relaciones de pareja. Si no logramos descifrar la lección escondida en una relación sentimental que no funcionó, nos podremos encontrar con un maestro aún más exigente en una segunda o tercera ronda.
La señal que me indica que he encontrado mi misión en la tierra y que la estoy llevando bien, es la paz interna que siento. Cuando pierdo esa paz interna, estoy perdiendo oportunidades de crecimiento que la vida me ofrece a cada instante.
Con mucho Amor,
Patricia Elena Garcia.
Familia, trabajo, amigos, comunidad:
Terreno fértil para que comience mi misión en la tierra.