EL FANATISMO
Como seres humanos, al llegar al mundo deseamos pertenecer. Primero, queremos sentirnos amados y protegidos por nuestro núcleo familiar. Al llegar a la juventud queremos ser parte de un grupo de amigos. Al ser mayores queremos pertenecer a un club, tener un título profesional, trabajar en ciertos círculos, comprar cierta ropa, frecuentar lugares interesantes. Y así vamos por la vida, procurando ser aceptados en los diferentes grupos en los que los seres humanos nos vamos dividiendo, agrupando y separando.
Cuando en nuestra búsqueda por pertenecer encontramos a alguien que se ha formado como líder o cabeza de un grupo hacia el que nos sentimos atraídos, el líder se convierte en una especie de "dios", con características fantásticas e irreales que creamos en nuestra mente y que nos hace sentir que estamos en buena compañía, pues es la persona en la que hemos depositado nuestra fé y nuestra razón de pertenecer a un grupo “selecto”.
Le seguimos acompañados de un grupo de personas que se encuentran en las mismas circunstancias que yo: Queremos pertenecer, ser parte de ése núcleo especial y exclusivo.
Muchas veces el mensaje de este líder se convierte en un arrullo que nos mantiene sumidos en el sopor de la inactividad de la ignorancia.
Inactividad, porque las características dadas al objeto de nuestra adulación sólo se las vemos a él y no nos atrevemos nisiquiera a pensar que esas caracteristicas podemos desarrollarlas en nosotros mismos y hacerlas más reales, más factibles, más nuestras.
Ignorancia, porque al seguir ciegamente a otro no nos damos cuenta del gran potencial que hay dentro de nosotros mismos para crecer, para encontrar por nosotros mismos la fuerza que me llevará a convertirme en un ser que experimenta su propia guía, que soy un ser pensante, que estoy consciente, que puedo realizadar cambios positivos en mi interior, que estoy despierto y sobre todo que soy LIBRE.
Libre hasta del ser al que le doy mi libertad, muchas veces sin que me lo pida.
Ese líder al que seguimos es la persona que podemos llegar a ser, pero requiere de nosotros voluntad y disciplina. Es por eso que preferimos muchas veces, sino en la mayoria de los casos; dejar a "nuestro líder" en su puesto: Mientras yo le sigo de lejos, no me hago responsable del mensaje. El mensaje se pierde en versos aprendidos, muchas veces monótonos que repito siempre que tengo la oportunidad. Me los aprendo de memoria porque se oyen muy bonitos y mucha gente los repite igual que yo, y en ciertas circunstancias de la vida dejan un buen mensaje, una buena impresión.
Surge entonces esa figura del mensajero que vivió o vive su mensaje, al que yo sigo, admiro o idolatro y que muchas veces no emulo.
Repito inconscientemente que puedo realizar lo que "mi líder" hace o hizo en vida. Pero se queda todo en meras palabras, monótonas, sin acción.
El fanatismo no requiere de mí que yo abra mi mente, que escuche mi voz interna; el fanatismo no me permite dejar atrás los versos aprendidos que sólo ocupan espacio en mi mente, y que no me sirven de nada mientras estén inactivos y no los ponga en práctica. No me permite cuestionar enseñanzas que muchas veces se contradicen y que no me dan paz duradera y que mas bien me separan de mis hermanos sólo por el hecho de que ellos no creen como yo, o no siguen el líder que yo sigo. Por eso se convierten en mis enemigos o personas no gratas.
Si queremos dejar de ser fanáticos, tendremos que tumbar el piso en el que hemos estado parados por mucho tiempo y comenzar de cero.
Muchas veces en nuestra ceguera llegamos a pensar que sólo los que creen como yo alcanzaremos la "salvación"; que sólo un determinado número llegará a la meta.
Creemos ciegamente que si aquel grupo de personas no creen como nosotros, hay que hacerles la guerra; desterrarlos y hasta eliminarlos. Aquellos que no se unen a mi organización y creencias están "perdidos" y recibirán castigo eterno y mientras ese castigo llegue, les declararemos la guerra y la llamaremos quiza “una guerra santa”. Las muertes del bando contrario estan totalmente justificadas, pero los muertos del lado nuestro merecen venganza y fuego eterno. En esto, por nuestra ceguera podemos incluir miembros de nuestra propia familia. Nadie se salva de esta ira “divina”.
En el momento en que mis creencias me separen del resto de los seres humanos que no comparten mis creencias; es el momento preciso para evaluar muy seriamente y con la cabeza fria, aquello que creo es "mi" verdad, ya que ninguna creencia, por muy buena que sea; debería separar sino unir.
Los Seres Humanos siempre estamos deseando ser parte de algo o de alguien pasando por alto que ya pertenecemos a un grupo, y si no nos separáramos, aceptando nuestro lugar y dándole su lugar a cada uno dentro del conjunto, haríamos de éste grupo de Seres Humanos algo maravilloso.
Ya no existirían las ideas separatistas como por ejemplo: "Tú eres blanco yo negro, tú eres de aquel país yo de éste, tú pobre yo rico, tú intelectual yo ignorante, tú rezas, yo medito, creo en Jesús tú en Buda, creo lo que dice la Biblia tú lo que dice el Corán, aceptas lo que dice el pastor o sacerdote, yo lo que me dice mi Ser".
Me pongo a pensar cómo cambiaría nuestra vida si dejáramos atrás los conceptos que tenemos tan arraigados en nuestra mente y que conforman lo que pensamos que son “nuestras creencias”.
Al principio sentiré un gran vacío, pues la base que sustentaba lo que yo creía que era mi razón de ser, ya no está. Pero ante mí se abrirán poco a poco muchas puertas y mi vida comenzará a florecer, empezaré a ver cambios verdaderos, maravillosos; pues serán el fruto de mi propio sentir, de mi propio Ser y por lo tanto es el camino que me llevará a encontrarme conmigo misma, y eventualmente con Dios.
Tambien me sentiré más liviana, el peso de la culpa se alejará y no me sentiré pecadora, ni culpable. Qué bella sensación esa de saber que Dios/La Creación me ama sin condiciones y no solamente a mí sino tambien a todos aquellos que no creen como yo. Nos ama a TODOS por igual, sin exepción. Qué concepto más simple, pero a la vez qué PODEROSO.
No podemos en nuestra mente limitada pensar que somos aceptados tal y como somos. Pensamos que tenemos que pagar o sufrir o sacrificarnos de alguna manera por el Amor que Dios nos da gratis, sin esperar ninguna clase de sacrificio.
El Amor de Dios es incondicional, verdadero.
Si no lo vemos así, es porque de alguna forma hemos contaminado, manipulado, e interpretado la verdad del Amor que Dios tiene por sus hijos, por TODOS SUS HIJOS.
Al liberame de mi fanatismo tal vez sienta el deseo de compartir con los que me rodean la Luz que me ha llegado, pero tendré cuidado de no interrumpir el camino de nadie; dejando que mi vida sea la que hable por mí.
Ya no sentiré el deseo de recitar versos aprendidos y monótonos ni de llevar conmigo mucha gente al lado, pues sabré que el camino que recorro me lleva más cerca de mi fuente e inevitablemente tarde o temprano los que me rodean encontrarán su camino tambien.
Ya no le daré ciegamente mi libertad a nadie. Si decido seguir a alguien, unirme en un trabajo espiritual u otro tipo de tarea, mantendré la libertad de seguir mi voz interna siempre a cada paso del camino.
El Creador puso la verdad donde nadie la puede contaminar: Dentro de cada uno de sus hijos.
Con mucho Amor,
Patricia Elena Garcia.
El fanatismo comienza a derrumbarse cuando doy cabida en mi corazón a todos los Hijos de Dios, sin importar en lo que crean o en lo que yo crea de ellos.
No comments:
Post a Comment